Así empezó todo.

Aunque soy Ripense hasta la médula, nací en Madrid el 19 de junio 1991 a las 17h y con un calor insoportable o al menos eso me recuerda mi madre cada dos por tres.

Fue en el colegio, con tan solo 7 años, cuando descubrí, gracias a mi profesora Amparo Villargordo, lo que era el teatro y cuando decidí que haría lo imposible para no bajarme de las tablas nunca, y así ha sido…

Aunque todos soñamos con estar en grandes teatros repletos de gente, la realidad cuando empiezas es bastante diferente, pero yo lo tenía claro por lo que convertía en tablas todo espacio que me facilitaban: parques, altares de iglesias, escenarios de orquesta en las fiestas de los pueblos, discotecas, hoteles, algún que otro frontón y lugares muy variopintos en los que he actuado.

Lo importante era seguir jugando, seguir aprendiendo y seguir haciendo lo que más me gusta en el mundo, interpretar, meterme en la piel de personajes diferentes, empaparme de textos clásicos y/o actuales y por qué no, lanzarme a la piscina con alguno escrito por mi.

Con 11 años escribí mi primera obra de teatro, LYE, que mi querida Amparo no dudó en poner en pie, no sé si porque realmente era buena, porque no es normal que un niño de esa edad ande por ahí escribiendo obras de teatro o por la emoción que veía en mis ojos.

Luego vinieron los cortos. En la adolescencia me divertía pensando historias para mis amigas y amigos y los pobres nunca me decían que no y de repente pues ahí estaba yo, recogiendo el premio a mejor cortometraje local de Rivas Vaciamadrid, acontecimiento que volvió a repetirse un par de años después.

Años más tarde, de forma totalmente involuntaria, la vida me hizo encontrarme de nuevo frente a una hoja en blanco y nació Chicas de Juernes, mi ópera prima como dramaturgo y director y la respuesta del público fue abrumadora, de ahí que le siguieran Namasté, La Visitante, Cuando no ves la luz y Neuras.

Actualmente todas se representan por el territorio español y pronto una de ellas «cruzará el charco».